Y ahora sí, CUARTA Y ÚLTIMA PARTE... que la disfrutéis.... Shylock
NAVA DE SAN PEDRO (Cazorla)-CAMPOS DE HERNAN PEREA-PONTONES (último día)
Son las 7:00 de la mañana del día 24 de junio, hoy es un día especial para mi, hace un mes exacto, que perdí a mi madre, “La Trini” como le decían todos sus conocidas. Mis primeros pensamientos son para ella y mis oraciones también, aunque soy poco religioso, lo poco que hago, lo hago por y para ella. Después de haber dormido profundamente, hasta el punto de no poder recordar nada de los soñado durante la noche, gracias al cansancio de mi maltrecho cuerpo, la insolación del día anterior y el ibuprofeno de 600, dormí como un bebé de un tirón toda la noche, y ni si quiera me enteré de cómo había quedado el partido de España. Ese sí que fue un sueño reparador, hasta el punto que mis compañeros de cabalgadura y aventuras, se sorprendieron primero y se legraron después al verme vestido con el traje de guerra de la cabra
La noche aunque ha sido recuperadora para mi, ha sido tensa para Pakito y Pepegar, los rutometristas de nuestra aventura, visto la rodea del día anterior y el estado de la pista se les presenta el dilema de mandar a nuestra U.L.A (Unidad de Apoyo Logístico) hacia delante por territorio “inexplorado” sin saber si lo que viene es igual o peor que lo ya recorrido que ya era malo, o bien que se volvieran por donde han venido y una vez en Cazorla tomar un “atajo” por una carretera comarcal que los lleve hasta Pontones, final de nuestra etapa.
Son las 7:30 estamos desayunando, y Pakito y Pepegar todavía no lo tiene claro, sobre la ruta que debe seguir nuestra U.L.A., le preguntan al dueño del hospedaje de si es mejor seguir hacia delante o bien retroceder, éste como tiene un “Tó Terreno”, que “pa lante”, pero la mujer de “Santos” (el dueño), más juiciosa y cabal, “que viendo el coche que llevan que si es que están locos”, que vuelvan por Cazorla. Ante tal razonamiento, Pakito dice que “más vale malo conocido que peor por conocer”, así que da orden de volver por donde han venido. Nuevo acierto de la expedición, puesto que el camino que le hubiera tocado de recorrer, era más estrecho, con más baches, con piedras desprendidas que vaya tela, y con la imposibilidad de poder dar la vuelta, así que “agüita” de la que libraron Julito y Chicho, y respiro que tomó Pakito cuando iba viendo por donde íbamos, y pensar de haber seguido el coche por allí.
Hemos desayunado francamente bien, como todas las mañanas, ¡aseo, pescuñazo en el váter, aseo de partes pudendas, “aceitico pal ojete”, polvos para los calambres, agua en las mochilas para reventar, y listo para salir¡.
Antes de salir, una foto con nuestro anfitriones, que quedamos en enviársela, para que cuelguen junto con la de visitantes ilustres de la Casa, y a las cabricas.
Por delante unos 50 kilómetros, en los que vamos a atravesar toda la Sierra de Segura y Cazorla, los Campos de Hernán Perea o “ERNANPELEA” según la pronunciación de los lugareños.
Salimos del que ha sido nuestro alojamiento por un día, y solo salir, una cuesticita para abajo, de unos 600 metros ¡hombre, la cosa empieza bien¡, es la primera vez que iniciamos una etapa cuesta bajo, ¡No me lo puedo creer¡
Nada un espejismo, terminada la cuesta abajo, la cosa se empina y no precisamente “el pepino”. Estamos iniciando una suave cuesta con un desnivel medio entre el 3 y el 6% positivo. Hace fresco y se agradece si bien los músculos de la piernas, están algo rígidos para la exigencia del momento.
Poco a poco vamos cogiendo el ritmo, el músculo su tono, y la mañana su luz. Nos movemos en el interior de una inmensa masa forestal de “pinos blancos” que se distinguen del carrasco, no solo por la longitud del tronco y las agujas sino por color de sus hojas y la corteza del tronco.
Pinos intercalados con monte bajo, coscoja, enebros, encinares varios, quejigares…; el paisaje te abruma do quiera se mira, el aire fresco entra en nuestro pulmones tan limpio que hace daño. La sensación es placentera, la sombra nos acompaña durante todo nuestro pedalear.
Hemos recorrido los primero 6 kilómetros, que son de tránsito y conexión con la etapa, puesto que el trayecto originario es del el Pantano de la Bolera a Pontones. Con esta maniobra hemos ahorrado nada menos que 30 kilómetros con “2 Relojeros”, para luego quedaran otros 40 kilómetros hasta Pontones, atravesando los Campos de Hernán Perea.
Acabamos de conectar con el itinerario, que nos debe llegar a nuestro punto final, varios cervatillos se han cruzado por delante de nosotros sorprendidos quizás por nuestra vestimenta, en dos saltos han salvado un desnivel de unos 10 metros en vertical y se pierden de nuestro campo de visión, detrás de una masa de coscoja, nos detenemos un momento para ver si todavía están por ahí, pero han desaparecido.
Iniciamos una leve cuesta abajo, y a nuestra izquierda queda el paisaje de las “agujas”, unos farallones de roca cárstica puntiaguda alineados a modo de puntas de una corona, y en donde el cuadro descriptivo, dice que es el lugar donde las aves rapaces del parque montan sus nidos. Es muy temprano y domingo, así que las aves han debido de estar de juerga porque por allí no se volar ninguna.
Seguimos nuestro pedalear ahora ya constante, y aunque en ascenso en casi todo el camino, llevamos un buen ritmo, que nos lleva hasta el pino de “Feliz Rodríguez de la Fuente”, el de la canción “Amigo Félix, cuando llegues al Cielo, li lo rí li lo lí…..”. es buen momento para echar un pis, un par de cuescos, y una barrita, a parte de unas fotos. Nos recreamos con el mastodóntico ejemplar de pino, unas fotos con todos juntos, y a seguir pedaleando.
Nuestro pedalea es dirección Este, en todo momento, llevamos el sol de cara, pero en esos momentos, no pica y la brisa mañanera del parque nada tiene que ver con las puertas de infierno que se abrieron el día anterior.
Diegorro avisó a Pepegar que para hoy nos iban a caer otros 40 y tantos grados de “frío veraniego”, así que toca no despistarse seguir dando pedales no vaya a ser el caso.
Después de un largo transitar estamos hemos llegado al final (o al principio del parque) según se salga o se entre, y entramos en los Campos de Hernán Pelea.
Como si la mano de Dios hubiera trazo una línea, desde la puerta del parque en adelante, el paisaje cambia de manera radical, del la frondosidad boscosa que hemos pasado, intercalada con alguna fuente de agua, al “puto páramo” sin un árbol si quiera aislado por accidente que interrumpa tu visión en el horizonte.
Solo la línea del camino o pista es la que quiebra la uniformidad del paisaje, compuesto de hierba, y alguna mata aislada.
Nos detenemos en el Refugio de Montaña, que está justo a la salida del parque, el cual cuenta con una “fuente de agua” la cual se saca con una bomba como las que salen en las películas del “Oeste”
Delante de la casa hay una manada de caballos, los cuales pastan tranquilamente debajo de la sombra de los únicos árboles que hay fuera del parque, y enfrente el abrevadero de las Fuentes”, una de agua fría y otra de agua caliente, nos paramos para probarlas, pero a Ñapas y a mi la sensación que nos da es que el agua está a la misma temperatura.
Antes de seguir la ruta, pregunto como es de rigor a Pepegar, que es lo que falta y cúanto hay que subir. Respuesta,- unos 35 kilómetros y 1 relojero”. Estamos a 1.100 metros de altura, y tontamente debemos alcanzar los 1.800 metros de cota, y de ahí luego a bajarlo.
De momento la cosa está bien. Con un poco de aire en contra y unos cuentos toboganes, vamos “cresteando” por medio de la inmensa llanura que a derecha e izquierda queda en nuestro camino.
La cosa ya empieza a torcerse, el paisaje es engañoso, es un continuo pedalear constante ganado altura, que va limando las fuerzas, y el camino se extiende por el horizonte sin que se pierda de nuestra visión.
Ya no sé si es bueno o malo, porque la pista la ves que no termina nunca, y cuando desaparece de punto de visión es porque sube más todavía.
Nos hemos cruzado con “2 TóTerrenos” desde que hemos entrado en los Campos de Hernán Pelea, y 3 refugios de alta montaña, todos con la misma fisonomía para no despistar al montañero.
En lo alto, una bandada de buitres, está realizando vuelos circulares, oteando la posible comida para hoy. Aunque estoy medio muerto o podemos oler “a muertos”, no nos vamos a quedar a comprobarlo.
El paisaje ya se me está haciendo no solo monótono sino además cansado, delante de mi se adivina la forma de un árbol que queda a la derecha de nuestro transitar, como voy el primero, no me lo pienso 2 veces, me salgo del camino, atravieso la alfombra de hierba, y me cobijo debajo de la sombra del único árbol que nos hemos encontrado en este paisaje de “tundra siberiana”. Nos resguardamos del sol, que ya lleva fuera varias horas, y está tomando un cuerpo de calor, que no va a haber cuerpo que lo aguante. Desenfundo un par de barritas, un lingotazo de polvos, un pepino de infisport, un trago de agua, un eructo, y no recuerdo si un cuesco, y me he quedado como nuevo.
Hala, ya es hora de seguir dando pedales, la llanura se va estrechando, los montes se van elevando a nuestra derecha e izquierda, y un par de caballicos que están pastando tranquilamente están delante de nosotros, mis “compis” siguen, pero yo me paro, me saco unos frutos secos, y el caballo tordo que está suelto, siente curiosidad por mi, e interesante se me va acercando, me huele, sabe que soy de fiar, no le infundo temor, le silbo, y dócilmente se me acerca, le doy como recompensa unos frutos secos que los come con fruición. El yegua blanca que tiene los pies atados para que no se escape, quiere acercarse, pero soy yo la que va hacia ella, también le ofrezco los frutos que toman o más bien devoran, Entre cardos pinchosos o frutos secos, lo segundo es una golosina para ellos.
Mis compañeros de aventura, descabalgan de sus monturas para acercarse, y acariciarlos al ver que no son caballos salvajes. Nos hacemos no solo fotos, sino un video reportaje.
Nos despedimos de los caballicos, el camino se hace más empinado de la cuenta, me cuesta trabajo mover los desarrollos de cabra, entre el desnivel y lo pedregoso del camino, estoy un tanto cansado, y harto, le pregunto a Pepegar,
-¿cuándo cojones vamos a coger una cuesta abajo?,
Respuesta, -“Estamos a 1.800 metros de altura que es la cota máxima, se supone que a partir de ahora toca bajar”
Justo delante de nosotros tenemos una curva que rodea el montículo que estamos subiendo, y al terminar de darla, se nos abre ante nosotros la serranía de los pinares de Pontones, Domingos y Elche de la Sierra, y lo que es mejor todavía, “CUESTA ABAJOOOOOOOOOOOOOO”. Pepegar se descojona de mi- ¡Hay que ver Shylock, si no dices que cuando empieza la cuesta abajo, habrías reventado¡
Desde luego tengo de la oportunidad o de la inoportunidad, cada vez que pregunto que cuando viene la cuesta abajo,¡Zas en toda la boca¡ por hablar….
Por fin una cuesta abajo, primero un leve llaneo y a continuación, bajaditas guapas una detrás de otra, con algún mete-saca, por en medio para dar por culo, pero más de lo primero que de lo segundo.
La llanura se va perdiendo a favor de la verticalidad, cuesta abajo y con buenos frenos, y gusto para “mi ojete”.
El paisaje también va cambiando, la tundra va desapareciendo y frente a nosotros van tomando forma y color el paisaje boscoso de pinar.
Las cuestas abajo se van haciendo más pronunciadas, llegando en momentos a ser casi verticales. Ponemos todos los sentidos en el trazado y en la bajada, no es cuestión de hacer tontería y joderla a menos de 10 kilómetros de nuestro punto final.
El firme del camino ha cambiado de pedregoso, a tierra caliza. Cultivos de cereales vallados contra los cérvidos, van quedando a nuestro lado.
Llevo bajados ya 4 kilómetros seguidos, y joder ¡¡No estoy cansado¡¡
Ñapas ha sido, oler la cuesta abajo, y como se le hubieran puesto un chuletón de buey y un litro de cerveza, ¡hale¡ a tumba abierta, y levantando cortina de polvo tras de si.
Mientras Pakito y Pepegar, van foto por aquí, parada por allá, y así bajando, bajando y a lo tonto tonto, nos hemos plantado en el nacimiento del Río Segura, punto “casi final” de nuestra gran aventura. Digo casi final, porque después de habernos tomado nuestra serie de cervezas (3 tercios por los menos por cabeza), aun me tenía reservado otros 4 kilómetros más hasta la localidad de “Pontones Bajo” que como su propio nombre indica está debajo de Pontones Alto, que es donde habíamos parado y donde está el nacimiento del Río Segura.
Con la panza “hinchá” a cerveza del chiringuito, y varias fotos de toda la banda, el capitán Pakito, y Cía, se me descuelgan con la “ideica” que tenemos que comer en Pontones Bajo, en un restaurante que él conoce, de cuando la “Trans-alandalus” que hizo con Zankas, y que está a 4 kilómetros siguiendo el curso del naciente río seguro.
Pues nada, ¡vamos a darle gusto al zagalico¡, ¡vamos a hacer esos 4 kilómetros para que se quede tranquilo¡. Vamos dando pedaladas y sorpresas que nos vamos llevando, primero del ancho camino, se pasa a la senda estrecha, y con varias cervezas “hincadas” la senda se hace más estrecha, y uno tropieza con una piedra y casi revienta una rueda, otro va directo a un lagar de piedra y casi se estampa… Nada una “tonterida”..
Seguimos la senda que discurre junto al río y de repente un “cabrón” dice que ¡hasta ahí¡. El “correlindes” ha labrado la senda y no contento con ello ha cercado todo el huerto. Una de dos o te vuelves por donde has venido o te metes con la cabra dentro del río.
Como no estamos para mucho fandangos, nos volvemos para tomar la carretera, cruzamos un puente maltrecho, y delante un “Cuestarrón que solo tiene unos 100 metros de largo, pero un desnivel que con 3 tercios de cerveza DAMM, ultracongelados que llevaba en la panza, se convirtieron en 3 puñaladas. No llevaba ni 10 metros subidos, cuando tuve que poner pie a tierra y con las pocas fuerza que me quedaban en mi pobre y maltrecho cuerpo, salió un quejido cual Jesucristo crucificado, pero en vez de decir “Señor perdónalos que no saben lo que hacen” a mi salio un estruendoso “IRSE A LA MIERDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA”, con el consiguiente descojone de mis tres acompañantes, que en lo alto del morrón no paraban de descojonarse, mientras subia la cuesta pisando cagarrutas de ganado y panza toda hinchá.
Una vez en lo alto, 2 kilometrillos cuesta abajo por asfalto, un giro a la izquierda, varios callejeos y punto final y definitivo de nuestro bicicletear por tierras andaluzas. Cargamos las cabricas en el remolque, dejamos el coche como los del Campo (los que no lo sepan los oriundos de la Hoya del Campo dice “Como soy del Campo aquí me zampo”), nos despelotamos en medio de la calle, nos quitamos los maillots, nos pusimos frescos, y pal restaurante a hincarnos un cordero segureño y otras viandas, poniendo broche de oro a esta gran aventura.