Suena el despertador bien temprano y comienza el ritual de preparacion como de costumbre cuando cada mañana aún con los ojos pegados salgo de casa para dar los buenos días a Mazarron mientras solo la luz de sus farolas da cierta claridad a sus calles. Pero esta ocasión iba a ser muy distinta, iba a rendir homenaje a mi tierra, recorriendola de punta a punta en agradecimiento a todos esos kilómetros y kilómetros de monte que han dado forma a dias únicos, y más especial si cabe pues es la primera vez que que me separo de mi pequeño Enzo quien algún día esperara ansioso mi vuelta para escuchar mis crónicas a modo de cuento junto a su madre sin la cual sería imposible que hoy pudierais leer estas líneas.
Mientras todos estos pensamientos acompañan cada una de mis pedaladas empiezo a entrar en calor aún ajeno a la conversación trivial de Diego y Pj, mis dos compañeros para esta ocasión. Pronto llegamos a las gredas donde hacemos las primeras fotos obligadas como si fuera esta la primera vez que fijábamos nuestra mirada en ellas. El sol asoma ya y comienza a dorar la arena de las calas de Bolnuevo que vamos cruzando una tras otra siguiendo su linea costera esculpida a base de bocados de mar. En definitiva, una estampa más propia de principios de verano que de las fechas que corren inmortalizada en los cientos de fotos que merece cada rincón del sureste murciano. Para cuándo nos damos cuenta llegamos a la playa de Percheles, un oasis en medio del mar de platico, motor de la economía mazarronera. Pronto el terreno se endurece una vez dejamos atrás la pedanía pesquera de Puntas de Calnegre volviendo a cruzar una playa con otra, estas últimas más inaccesibles, subiendo nuestro pulsó hasta el punto de obligarnos más de una vez a poner pies a tierra, momento que aprovechamos par disfrutar de un entorno que iría suavizando sus formas hasta llegar a Cabo Cope. Rodamos unos kilómetros más y llegamos a Águilas donde un tranquilo almuerzo junto al paseo marítimo nos daría la fuerza la fuerza necesaria para abordar otro de los puntos claves del día. Abandonamos el mar por la playa de la Carolina y con ello cambio drástico de escenario donde la rambla de los arejos aliada con el sol relentiza nuestro pedaleo y merma nuestra fuerza y moral antes de llegar al puerto del carril, cota máxima del día. Desde allí hasta Lorca trazamos una línea recta entre campos y cultivos intentando restar hasta el último metro posible al municipio más grande de la geografía española hasta completar los 115kms de hoy. Ya en casa, porque así la siento, espera la señora Huertas que con su hospitalidad nos ha hecho sentir que no solo yo soy su nieto. Su mesa más llena que las de algunas bodas, la ducha y una buena cama se convierten en el antídoto perfecto contra la segunda etapa que se presenta como la más dura de esta travesía .