Bufff, qué temprano, voy a esperar un poco más para levantarme, que no hay prisa...
Alaaaa... parece que esta mañana hace fresquito, mejor salgo a la tarde...
Hummm... vaya calor que pega esta tarde, mejor salgo ya mañana...
Ohhh, parece que me pica un poco el cartílago de la oreja derecha, mejor no salgo no vaya a ir a mayores...
Anda, tengo que preparar los aperos para salir mañana, y ni me acuerdo de dónde están la mitad de las cosas, casi que lo dejo para otro día, con más tiempo.
Seguramente os suena este tipo de argumentos de peso para no salir a ciclar.
Son solo cinco ejemplos de lo perro que estaba hace unos meses al volver a retomar la bici después de unas largas vacaciones forzosas.
No encontraba aliciente para ponerme en marcha, me costaba mucho arrancarme y veía que tras mejorar de mis achaques, ahora el problema iba a ser vencer la gandulería.
Y no se me ocurrió nada mejor que apuntarme a alguna marcha exigente para obligarme a salir y así desterrar todas las excusas.
Me atraía el Dessafío Sierra Sur de Jaén porque además de ser larga y dura, (como le gustan a María Lapiedra), guardaba estupendos recuerdos de sufrimiento y superación de todo el grupo que la hicimos en 2.010.
Y encima el hilo del foro de pronto se iluminó con fantasmagóricas presencias de ilustres desaparecidos como las de Quiyo, Pela y Vicenta, que terminaron de darme el empujón definitivo.
Así que ya llegado a este punto, tenía que montar en bici por cohóneh durante el verano, para tratar de completar el recorrido lo más dignamente posible.
Y fui haciéndolo con más o menos intención aunque abandonándome en agosto, hasta que un buen día Jose Ros me recordó que para este paseo ya próximo en el tiempo, hacían falta salidas específicas en las que acumular desnivel y km., y allá que nos pusimos a compartir sudor y charla por algunas de nuestras montañicas, acompañados de algunos de vosotros de los que nunca se deja de aprender, como Abril57, Diegorro, Tovar, Nako147, Héctor...
De pronto me encontré a dos semanas del Dessafío y me entró la prisa por perder dos o tres de mis 89 kg. sin ninguna compasión, como quien abandona al abuelo en un área de servicio de la autopista.
Y menuda estuve a punto de liar. Mejor dicho, sí que la lié, pero no en la carrera sino una semana antes (menos mal), en un entreno con Jose Ros, a quien le corté el planing de ruta previsto por haberme obsesionado con perder peso en una sola semana y haberlo conseguido a base de un vaciado de carbohidratos sin recarga, lo que me dejó pajarito en plena ruta.
No pintaba bien la cosa, parecía que todo eran malos augurios, y más cuando tras dos semanas y media sin la horquilla de mi bici, a falta de dos días para el viaje ni siquiera había llegado reparada a la tienda. Y el día anterior a la partida tampoco... y el mismo día a las 12:10 h. tampoco... y yo salía de viaje a las 13:30 h.
Camino de la tienda, estaba convencido de que no iba a participar en el Dessafío.
Muchos sabéis de las dificultades de conciliar afición y familia, así que en mis planes para tener la fiesta en paz no contemplaba llegar de noche a Alcalá la Real sino disfrutar la tarde en compañía, paseando, estirando las piernas y conociendo el entorno, por lo que no estaba dispuesto a esperarme a la tarde para tener la horquilla reparada y la bici montada.
Mi sorpresa fue que al llegar a la tienda, le habían puesto toda la voluntad del mundo y en solo una hora habían ido a la agencia a recoger la horquilla y la habían colocado, para no dejarme tirado, así que pasé a por Adeli y salimos de camino.
Llegamos a Alcalá la Real, donde me entero de que Vicenta no participa finalmente, y nos reunimos con Jose Ros, con quien charlamos sobre el ambiente, la organización y que si queremos ya podemos irnos para casa, porque dentro de la bolsa del corredor ya nos han incluído el trofeo conmemorativo, así que nos podemos ahorrar la sudada.
Pero tras un acalorado debate, decidimos amortizar el coste de la inscripción zampándonos mañana unos cuantos plátanos en los avituallamientos y haciendo todo el gasto de agua posible. Así que nos despedimos hasta la mañana siguiente.
Amanece, y tras el fantástico desayuno, (que al igual que el alojamiento en Hospedería La Era, en Almedinilla, se merece capítulo aparte), al sacar la bici del coche me encuentro con la horquilla sin la presión adecuada (no bloqueaba, lo que en las subidas más duras iba a echar de menos) y sobre todo, con la rueda trasera totalmente vacía, con el agravante de que llevaba tubeless, es decir, "lechada" y por tanto no iba a tomar aire si le daba con la bomba, lo que incluso probé por si sonara la flauta.
Con toda la mala sangre del mundo me puse a desmontar la rueda para ponerle una cámara, con la megafonía de la salida llamando a los corredores y pasando los minutos como si fueran segundos.
Cualquier otro compañero estaría que se subía por las paredes, con los nervios de los instantes previos y sin poder "colocarse" a mitad del pelotón, pero Jose Ros dió todo un ejemplo de tranquilidad y saber estar que hizo que se me pasara la mala leche.
Asumía que son cosas que pasan y que si teníamos que salir los últimos no pasaba nada.
Al final no fuimos los últimos-últimos, porque teníamos como 50 corredores detrás (dormilones, resignados, averiados como yo, aspirantes a farolillo rojo...)
En fin, que se pone la cosa en marcha y allá vamos, atascados los primeros km. cada dos por tres, teniendo que poner pie a tierra en estrechamientos, caídas, etc.
Esto es lo malo de las marchas tan multitudinarias.
De los 1.200 participantes solo pueden circular de forma fluida los de cabeza, para el resto es una desesperación porque en los cuestorros te quedas atascado, en los vadeos de arroyos igual, en cualquier parte mínimamente técnica ocurre lo mismo...
De hecho, casi hasta el km. 35 no tuvimos de alguna forma pista libre, es decir, con hueco suficiente para poder sortear tranquilamente participantes más lentos, sin estorbar nosotros ni que nos obstaculicen otros la marcha.
Habíamos salido con temperatura fresquita que hacía dudar sobre la ropa adecuada, pero por momentos el tiempo cambiaba, salía el sol, volvía a refrescar, de nuevo sudar, otra vez aire fresquito que despertaba incertidumbre... y los pies bien empapaditos, que en un par de arroyos con la gente parada tratando de sortearlos pisando de piedra en piedra con la bici al hombro, Jose y yo pedimos paso y nos dejamos la hiel para vadear pedaleando sin caernos de lado, cruzando los dedos de los pies para espantar a la mala suerte, no fuéramos a alegrar la mañana del resto de participantes provocando las primeras risas del día.
Jose tuvo un susto inesperado con un aviso muscular al tener que poner pie a tierra en un atasco, pero afortunadamente quedó en nada en cuanto pudo coger ritmo en la primera subida larga. Y es que se había preparado estupendamente para ese tipo de terreno, ponía el modo "automático" y zampaba los km. que daba gusto verlo, pedaleando con gran fluidez.
Se notaba su estupenda forma y la inteligente preparación que había llevado a cabo para afrontar este reto.
A estas alturas yo ya intuía que más adelante podía ser un lastre para él, porque veía que si me empeñaba en seguir su ritmo, terminaría reventando.
Tras el descenso y el estupendo avituallamiento, le pedí unos minutos para tratar de devolver a la madre tierra parte de lo que ella me había entregado en las últimas 24 horas.
Ya sabéis, la maldición de los que no podemos plantar un pino por la mañana temprano y tenemos que acarrear el muñeco la mitad de la carrera hasta que se nos hace la hora para dejarlo en libertad.
Con el subidón que tenía Jose, otro me hubiera enviado a cagar (doblemente), pero tuvo la resignación y paciencia suficiente como para esperar el final de mi maniobra de soltar lastre.
En una curva a izquierdas vimos a un tipo de la organización con una libreta tomando notas, yo pensé que de dorsales que hubieran tirado basura o algo así, y resultó que estaba contando participantes. Nos dijo que habían pasado solo 400, lo que al menos a mí me sorprendió.
No tenía conciencia de haber adelantado a casi 800 desde la salida.
Y allá que seguimos, con la pista cada vez más vacía, disfrutando de los paisajes, los montes tapizados con hileras de olivos y por momentos la sensación de haber salido a entrenar cerca de casa, al no encontrarnos con compañía a veces durante kilómetros.
Es esa sensación de no saber si es que los de adelante han corrido mucho o los de atrás se han parado en alguna fiesta que no hemos visto.
Menos mal que sigues viendo las señales de indicación y sabes que al menos no te has perdido.
Al ser la segunda vez que vengo por aquí, voy reconociendo algunos tramos, cuestorros, paisajes, con lo que vienen a mi memoria muchos recuerdos del 2.010, que sin duda me hacen sonreir sin darme cuenta.
Noté un poco de bajón en el km. 67, y le dije a Jose que contra mi costumbre, iba a suplementar mi habitual provisión de pan de higo Abaranero tomando un gel, en parte influenciado por el comentario de un grupo al que alcanzamos, sobre los cuestorros que venían en los siguientes kilómetros.
De alguna forma supe que ese momento era un punto de inflexión porque no te dejas influenciar si te encuentras en condiciones normales.
También es cierto que no llevábamos perfil de la etapa (yo con las prisas me lo dejé en el coche a pesar de haberlo plastificado) e íbamos inconscientemente a ciegas, solo con el vago recuerdo de dónde estaban las mayores dificultades.
Así que siempre con buen humor seguimos aplicando la táctica del juego de la Oca (de Oca en Oca), solo que los hitos en lugar de Ocas eran los avituallamientos, que sabíamos más o menos cada 20 km., estupendamente atendidos por multitud de chavalería y mujeres como norma general.
Te ofrecen de todo, salen de las mesas para entregarte la bebida, recargarte el bidón, ayudarte en lo que precises... totalmente volcados con esta prueba que promociona el turismo en toda la comarca.
Y luego llegaron los perros.
Allá por el km. 78, tras el descenso del segundo puerto largo y con solo un rompepiernas de 25 k,. por delante, empezaron a morderme primero en el bíceps femoral de la pierna derecha, luego en la corva izquierda, después en el cuádriceps derecho, la corva derecha, el abductor izquierdo... en fin, toda una sinfonía de tirones que me resignaba a soportar bajando un poco la tensión del pedaleo, lo que conllevaba que Jose se retuviera.
Me preguntó si quería parar y le dije que no, que mientras solo fueran mordiscos de dolor y pudiera mover las piernas no paraba, aprovechaba para recuperarme disfrutando de las bajadas, que siempre se truncaban en lo mejor con un cuestorro traicionero.
Como no podía evitar que de pronto se me escapara algún "AY!" por un pinchazo mayor o inesperado en alguna de las piernas, Jose me ofreció un tubo negro y blanco que ponía Isostar y me dijo que tenía aminoácidos, que ayudaban a la recuperación muscular.
Así que sin mucha confianza pero porsiaca, lo abrí y me lo tomé sobre la marcha.
Y oye, mano de santo, en unos minutos y sin dejar de subir (o sea, la recuperación se produjo ascendiendo), fueron aliviándose los tirones en las corvas y resto de mis piennnas, haciéndose más llevaderos.
De todas formas calculo que haber aflojado el ritmo por este motivo, le pudo suponer a Jose perfectamente 15-20 minutos en los últimos 25 km., lo que le hubiera permitido terminar en torno a las 6 h 30 m.
En el último avituallamiento, km. 90, saqué el teléfono para avisar a Adeli de nuestra llegada y que nos pudiera hacer una fotico de recuerdo.
Tuve la segunda sorpresa agradable del día al mirar la hora y ver que eran las 15:08 h., o sea que llevábamos unas seis horas. No tenía ni idea porque no había mirado la hora en todo el día, prefería no saber y no obsesionarme.
Las mujeres del avituallamiento animaban diciendo que no nos quedaba nada, que en 30 minutos estábamos en meta, y mi niña diciendo que no le daba tiempo a llegar desde el hotel, que no nos esperaba "tan pronto".
Así que solo nos quedaba la opción de hacer tiempo retrocediendo unos km., pero decidimos que no, que mejor seguíamos palante aunque fuera sin foto de la llegada :-)
Ya sabéis lo que pasa en todas las marchas, y sobre todo en los últimos km., que se miente más que ante el juez del caso Malaya.
Todo es "ya solo es cuesta abajo", "todo bajada hasta la meta", "ya no quedan subidas"...
¡qué gentes tan cachondas!, pero al menos todas las trampas finales dieron tiempo a que la fotógrafa llegara a meta e inmortalizara el momento.
Allí, una gran cara de satisfacción en mi compañero Jose Ros, que seguramente afrontaba este exigente reto con la duda del "primerizo", pero que se lo zampó sin despeinarse, y mucho cansancio en mi cuerpo, con las corvas doloridas y agarrotadas.
¡Qué bien me hubieran venido un par de meses más de preparación!
Porque también será que no tomé sales para recuperar todo el sudor perdido, ni tampoco isotónica (salvo un vaso), pero fundamentalmente me faltaron km. de preparación, sobre todo salidas largas para haber evitado los mordiscos de los perros rabiosos.
Camino del coche una sorpresa inesperada: me encuentro con Willy, que hace tres años vino a desvirgarse aquí con todas las dudas del mundo, y este año ha terminado en unas 6 horas. Felicidades, fiera, de mayor quiero ser como tú, pero con más pelo y menos pinta de pasar hambre (qué jodíos estos delgaduchos y qué envidia dan cuando el camino se empina).
Tras la ducha Jose vino a conocer nuestro hotel (incluyendo tratamiento de crioterapia) y pueblo de acogida, pero eso es otra historia que cuando pueda os cuento, porque vale la pena.
Gracias a Jose por su paciencia con todas las incidencias.
Ha sido una suerte compartir preparación y reto, compañero.