CRÓNICA DEL VIEJO JUDÍO. PRÓLOGO
¡Nadie en el Tercio sabía quien era aquel legionario,
Tan audaz y temerario que a la Legión se alistó¡
Comienza así la legendaria canción con la que es conocido este renombrado cuerpo militar, que se encarga de la organización del evento de la “CIENTO UNO”.
Si a alguien le dices que vas “a la 101”, que pagas más de 50 euros por pasar un montón de horas encima de un incómodo sillín, que vas a soportar temperaturas por encima de los 36 grados, padecer dolores musculares y óseos, sentir los latidos de tu corazón de una forma tan fuerte que tus orejas parezcan campanas repicándolos, que los jugos gástricos te provocarán ardores intensos de estómago de no parar de ingerir líquidos, que te faltará la respiración, que te expondrás a un golpe de calor, que tragarás polvo del camino cual minero en las entrañas de una mina, sufrirás las picaduras de distintos insectos, estornudarás sin parar y que te llorarán los ojos sin poder remediarlo por culpa de las alergias, que verás a gente lastimada por caídas o desvanecimientos, o maldiciendo su mala suerte por una inoportuna avería, que empujarás tu propia bicicleta, como un galeote el remo de galeras, que te expondrás innecesariamente a una caída que puede dejarte como poco una lesión liviana que va a hacer acordarte de ella durante un buen número de días o cuando no una larga temporada, que no pararás de maldecir algunos tramos de recorrido que nada tiene que ver con la ciclabilidad, que habrás expuesto tu organismo a sus límites naturales y en alguno casos los habrás sobrepasado de manera temeraria…. Y todo eso, ¿para qué? ¿qué se gana con ello? ¿dinero, honor, gloria tal vez? NADA DE ESO. Si me hubieran preguntado por qué todo eso, no podría haber dado una respuesta sino hubiera sido después de haber participado en la “101”,
El haber visto con tus propios ojos, y haber padecido y vivido todo eso, y me explico. Ver a todos los habitantes de las poblaciones por las que pasábamos volcados con la prueba, animando a gente desconocida, dando aliento a lo largo de todo el recorrido, pedalear junto otro compañero con una pierna ortopédica verlo pedalear, empujar de su bicicleta por zonas intransitables sin la más mínima queja, rodar con una participante con un fortísimo hematoma en el gemelo, que parecía otro gemelo sobre el anterior, además de varias erosiones en brazos manos y cara, y aun a pesar de ello verla seguir subida encima de la bici con más de 80 kilómetros en el cuerpo y sabiendo que aun te queda lo más duro por delante pero ahí sigues, adelantar a otro participante que se vale de un patinete adaptado, no ya de una bici, ayudar a un ciego y a su compañero de bicicleta tándem a salvar un obstáculo en el GR casi casi apto solo para cabras, ver las lágrimas de la gente a la que las fuerzas les ha abandonado y tiene que seguir padeciendo la tortura de mirar al resto de gente pasar ante ellos y no poder seguirlos, ayudar a un paisano que está a las puertas de poder terminar el reto pero que su músculos acalambrados se lo están impidiendo, ESTO, SOLO ESTO Y NADA MÁS QUE POR ESTO, es la respuesta que os puedo dar, no necesito más argumentos.
Pero si además, le unes el contemplar el domingo por la mañana la entrada de los marchadores cuyo único objetivo es poder llegar a la meta antes de que se cumpla el plazo de las 24 horas, entonces es cuando te puedes hacer una idea algo aproximada de lo que es “la 101 KM de Ronda”. Ver llegar por la avenida de la Paz desde el puente del tajo hasta el parque de la Alameda a esta gente que ha cubierto el recorrido en casi 24 horas, es uno de los espectáculos más emocionante que una persona puede contemplar, yo me emocioné, lloré de ver a esa gente como rota del dolor el cansancio, con calambres hasta en la respiración, la mirada casi perdida, y la gran mayoría llorando por estar tan cerca de la meta, un autentico ejército de zombies con el objetivo de acabar su reto. ESTO POR SI SOLO ES IMPAGABLE Y ALGO QUE SE QUEDA GRABADO A FUEGO.